KURIOSOS
"La ignorancia afirma o niega rotundamente; la Ciencia duda."

¿Qué es el Cancer?

Una célula que se divide sin ningún tipo de control. Esta podría ser la forma más simple de responder a la pregunta del título. Pero si algo tenemos claro es que el cáncer lo es todo menos una enfermedad simple. Ni siquiera de definir. Al contrario: es probablemente el problema sanitario más complejo que nunca tendremos que resolver. Y a pesar de todo, en su origen hay una sola célula que abandona la estricta disciplina de su tejido y empieza a generar copias anárquicas de sí misma.
¿Qué es lo que produce que la célula enloquezca hasta el punto absurdo de representar una amenaza para el organismo del que depende para sobrevivir? Es el misterio que hemos intentado resolver en las últimas décadas, desde que entendimos que al cáncer lo definen una serie de genes que no funcionan de forma adecuada. Si pudiéramos averiguar cuáles son, estaríamos mucho más cerca de la curación. Los adelantos han sido espectaculares, pero por cada capa de la cebolla que logramos pelar, descubrimos otra debajo tan llena de enigmas como la última. A pesar de todo, la imagen del cáncer a nivel molecular está cada vez más clara.
En este sentido, se acaba de publicar la actualización de un artículo científico que hace ya 11 años intentó por primera vez definir los pasos que una célula tiene que dar para convertirse en la iniciadora de un cáncer. Eran seis. Los más obvios: ser capaz de dividirse cuando no le toca (apretar el acelerador) y no escuchar las señales que le obligan a parar (desconectar los frenos). También necesita no envejecer nunca y eludir los mecanismos que quieren matarla. En estadios posteriores, tendrá que ser capaz de fabricar vasos sanguíneos para alimentar la masa tumoral que se forma. Y, por último, tendrá que encontrar el modo de abandonar su tejido de origen para ir a establecer colonias en otros órganos, la metástasis. Esta última habilidad es la que define la malignidad de un tumor y es la responsable de la mayoría de muertes que causa el cáncer.
Ha sido necesario el trabajo de una década para darnos cuenta de que esta era una visión parcial de la historia. En la nueva versión se han añadido cuatro condiciones más para definir la célula tumoral. Son las que reflejan los descubrimientos oncológicos más recientes y las nuevas posibilidades terapéuticas. Por ejemplo, ahora sabemos que nuestro sistema inmune intenta luchar contra la célula que quiere huir del orden establecido, talmente como si quisiera frenar la invasión de un virus nocivo. Si la célula quiere seguir a lo suyo, tiene que lograr escaparse de las defensas propias, y es por ello por lo que una vacuna que las refuerce podría ser un tratamiento efectivo. También sabemos ahora que una inflamación acompaña siempre a los tumores, y que aprovechar esa reacción normal en respuesta a una agresión les ayuda a seguir creciendo. Por lo tanto, los antiinflamatorios podrían ser útiles.
Uno de los hallazgos más prometedores ha sido entender que las células de un tumor necesitan vías alternativas para conseguir energía. Tienen un metabolismo mucho más acelerado que el de sus compañeras, y procesar los alimentos que reciben de forma normal no es suficiente. Esto hace tiempo que se sabe, pero recientemente nos hemos dado cuenta de que puede ser uno de los puntos débiles por donde podemos atacar. Y el último que hemos añadido a la lista es la inestabilidad del genoma de la célula cancerosa. Es decir, que su ADN se volverá mucho más propenso a acumular errores, en principio de forma aleatoria. Esto es precisamente lo que produce que se activen y desactiven una serie de genes que, combinados de la forma adecuada, todavía no sabemos exactamente cómo, le otorgarán esas 10 características primordiales que acabamos de enumerar.
El cáncer es, pues, un caso extremo de mala suerte. Una acumulación de imprevistos que encajan como un rompecabezas en el espacio minúsculo del núcleo de una célula. Que sea posible solo se entiende si pensamos en que el cuerpo humano lo forman 100 billones de células constantemente atacadas por agresiones que pueden herir su ADN e iniciar la reacción en cadena. Desde que se da este pistoletazo de salida, la célula afectada puede tardar décadas en completar los 10 pasos que la convertirán en un peligro para el organismo. Por desgracia, los mecanismos que tiene nuestro cuerpo para evitarlo fallan tan a menudo como para que una de cada tres personas desarrolle un cáncer a lo largo de su vida.
Cuando empezamos a entender esos procesos es cuando nos damos cuenta de la absurdidad del concepto de diseño inteligente. Si alguien realmente nos hubiera diseñado se le podría llamar de todo menos inteligente. La maravilla que es el cuerpo humano funciona gracias a un equilibrio perfecto, pero precario, que se aguanta con parches acumulados a lo largo de millones de años de evolución. Una sola célula puede hacer tambalear esta paz. La verdadera demostración de inteligencia será encontrar la forma de pararla.

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